El lado oscuro del capitalismo. El lado que no vemos
- Andres Timoteo
- 3 feb 2023
- 6 Min. de lectura
Desde pequeño he disfrutado leer las novelas de Julio Verne. ¡Cuánta imaginación tenía ese hombre! Entre mis favoritos están: Viaje al centro de la tierra, la vuelta al mundo, 120 mil leguas y, por supuesto, de la Tierra a la luna.
El satélite natural que reina nuestro pequeño cielo, tan inmensa y majestuosa, brillante y silenciosa. Ha inspirado a cientos de amantes… Pero solo podemos apreciar uno de sus lados. Esto se debe a que, como la Luna tarda en completar su movimiento alrededor de nuestro planeta lo mismo que en rotar sobre sí misma, siempre le vemos la misma cara. Lo cual ha llevado a especular las historias más fantásticas sobre “el lado oscuro de la luna” el lado que no vemos…
Casi casualmente, de la Tierra a la Luna se publicó en 1865 y el Capital de Marx, en 1867. Y, de forma análoga, el modo de producción capitalista también tiene dos lados: Uno brillante, llamativo y cautivador y el otro es el lado oscuro, ese que no vemos… o no queremos ver.
La cara que vemos del capitalismo actual, es la cara brillante, la más lúcida y atractiva. Una sociedad capitalista es próspera. De acuerdo con datos del banco mundial, en 2015 el porcentaje de personas en situación de pobreza extrema en el mundo registro su nivel más bajo, con el 10% de la población en esta situación, pues, se estima que más de 1000 millones de personas lograron salir de la pobreza extrema, desde 1990 a 2015. El objetivo del Banco Mundial era poner fin a la pobreza extrema en 2030, pero por el problema actual, habrá que proponer una fecha más alejada. No obstante, el capitalismo produce riqueza.
En una sociedad capitalista la mayoría de las personas tienen acceso a cualquier bien o mercancía (lo cual era inimaginable en otros modos de producción, como el esclavista o el feudal). Por ejemplo, podemos publicar en las redes sociales en contra de cualquier fase del capitalismo, desde la comodidad de nuestro hogar con nuestros dispositivos electrónicos conectados a una red de wifi, pero todo esto lo podemos realizar gracias a las tecnologías desarrolladas en el capitalismo, pues, detrás de todo lo que podemos disfrutar, hay un negocio y una mercancía a la venta.
En el modo de producción capitalista de mercancías “Todos satisfacen sus propias necesidades en la medida en que satisfacen las de los otros.” (Heinrich, M. 2008. “Crítica de la economía política. Una introducción a El capital de Marx”, p. 99)
En las sociedades capitalistas los hombres son “libres” de dedicarse al trabajo o actividad económica que deseen, esto desarrolla la libre competencia, la especialización y la capacidad de perfeccionarse en su trabajo. Algo también impensable en otros modos de producción, por ejemplo, en las sociedades comunistas.
Ciertamente, el capitalismo tiene una cara que todos, consciente o inconscientemente, agradecemos y aprovechamos. Pero ¿qué hay de la otra cara del capitalismo? La cara oculta, la cara que no vemos…
La cara oscura del capitalismo
Karl Polanyi temía una sociedad donde las motivaciones del hombre fueran reducidas a motivaciones materiales, corriendo el riesgo de destruirse a sí mismo en medio de la civilización de mercado, en la que lo único que interesa es el valor de las mercancías materiales que se poseen. Describe a un hombre, no político, sino social que adquiere posesiones materiales no tanto para satisfacer su interés individual como para lograr reconocimiento, estatus y ventajas sociales.
“La civilización industrial puede destruir al hombre. Para que el hombre siga viviendo sobre la tierra debe resolverse el problema de adaptar la vida a las exigencias de la existencia humana en dicho contexto. Nadie puede saber por anticipado si esa adaptación es posible o si el hombre perecerá en el intento.” (Polanyi, K. 1947. “Nuestra obsoleta mentalidad de mercado”, p. 252)
Y si el hombre no ha sido destruido aún, no falta mucho para que se haya perdido, o al menos para que pierda su esencia, aquello que lo hizo diferente al resto de las demás especies, lo que le permitió dar el salto a la conciencia: su raciocinio. El ser humano está perdiendo su capacidad de análisis, su creatividad y su espontaneidad al estar bajo el régimen del capitalismo competitivo con su paralizante división del trabajo, la nivelación de la vida, la primacía del mecanismo sobre el organismo y de la organización sobre la espontaneidad. (Polanyi, K. 1947. “Nuestra obsoleta mentalidad de mercado”, p. 251)
La sociedad de consumo ha atraído al hombre, y lo ha sumergido en una vida ficticia, donde solo importa una sola cosa: disfrutar aquí y ahora. Sin importar las consecuencias, lo único importante en una sociedad capitalista es producir para consumir y generar plúsvalor para el capitalista. Están íntimamente relacionados los conceptos obsolescencia programada y el fetichismo de la mercancía. Este último se refiere a que, en las sociedades capitalistas, aparece una nueva especie de homo, uno cuya característica principal es el consumismo, uno que ya no es sapiens, sapiens, puesto que devora todo a su paso aún a costa de su propia existencia: El homo consumere[1]. Un nuevo hombre que no es capaz de entender que si continua con ese ritmo de consumo dentro de no mucho lo habrá consumido todo. El fetichismo de la mercancía se refiere a que el ser humano está dispuesto a cualquier cosa con tal de consumir aquí y ahora, sin importarle las consecuencias que pueda ocasionar su consumo desmedido a otras personas (que pueden ser explotadas para fabricar un producto) o al planeta mismo (en el caso de consumir productos que gastan materias primas irrecuperables).
“El dinero permite obtener de inmediato toda la riqueza material representada en la plétora de mercancías […] Sin embargo, esta divinización del dinero no es más que la forma más llamativa de un fenómeno que Marx llama el carácter fetichista de la mercancía.” Pérez, S. (2010). Karl Marx una invitación a su lectura. P. 42.
Bien, quizá algunas mercancías son necesarias, como el foco y la laptop que utilizo en este momento para redactar estas líneas. Y se podrían realizar estos productos con los más altos estándares de calidad, productos diseñados para durar una vida si se quiere, pero esa idea no es parte (o no lo fue durante mucho tiempo) del capitalismo por la sencilla razón de no dejar suficientes ganancias para los dueños del capital. ¿Cuál fue la solución del capitalismo? La obsolescencia programada. Productos fabricados para tener una vida útil media. La ciencia no se utilizó para maximizar los recursos o beneficiar a la humanidad, sino para producir productos desechables y que el comprador constantemente regrese al mercado para satisfacer la misma necesidad beneficiando, una vez más, al capitalista. Sin importarle a la sociedad que con esa decisión el planeta es el más perjudicado y, por consiguiente, nosotros.
Así pues, el capitalismo produce riqueza, pero no la distribuye de manera eficiente y se concentra en un porcentaje muy pequeño de la población. También de sus entrañas ha surgido una nueva especie de homo: El homo consumere. Que no sólo es capaz de reducirlo todo a la categoría de mercancía, sino, y más preocupante aún, ha aceptado ser reducido a la categoría económica de mercancía.
En el actual capitalismo es más difícil que el pequeño comerciante compita contra las gigantescas transnacionales, de tal manera que un gran porcentaje de la población no tiene más opción que acudir al mercado de trabajo a vender lo único que posee: la mercancía fuerza de trabajo. El capitalista, dueño de los medios de producción, siempre en busca de minimizar los costos de la mercancía fuerza de trabajo para incrementar el plúsvalor de sus productos, no está interesado en el bien de la clase obrera, apenas busca que el pago sea suficiente para cubrir las necesidades básicas del trabajador y su familia. En época de Marx, el capitalismo lo hacía para garantizar la existencia de la siguiente generación de la clase obrera. En el capitalismo actual, no se aprecia esta preocupación por parte de los dueños de los medios de producción[2], quizá porque en el mercado de trabajo la oferta supera la demanda, permitiendo a los capitalistas ofrecer sueldos por debajo de lo necesario para subsistir de manera digna y plena.
En economía sabemos que de manera natural la oferta y la demanda se equilibran de forma gradual en el tiempo. Pero, en el mercado de trabajo ¿la oferta y demanda de la mercancía fuerza de trabajo lograrán este equilibrio? O el capitalismo actual seguirá explotando a la eterna clase obrera, inmersa en su mundo ficticio de consumo, donde los recursos son inagotables, siempre regresando al mercado de mercancías a vender su único recurso a cambio de la
“Nuestro humillante servilismo hacia lo "material", que toda cultura humana ha intentado mitigar; deliberadamente se hace, cada vez, más severo.” (Polanyi, K. 1947. “Nuestra obsoleta mentalidad de mercado”, p. 262)
[1] La palabra "consumir" viene del latín consumere (tomar entera y conjuntamente, consumir, agotar, desgastar) compuesta del prefijo com- (con, junto, todo) y el verbo sumere el cual significa tomar. En latín consumere es tomar algo hasta que se acaba o se agota. [2] Como ejemplos recientes se puede mencionar lo sucedido en las fábricas de Apple en China y los inmigrantes explotados en la construcción de los estadios para el mundial de fútbol en Qatar 2022.

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